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COVID-19: De lejecitos es más sano, ¿de ahora en adelante?

¿Cómo salir del laberinto? El COVID-19 nos tiene acorralados, pero muchos ya marcan los calendarios en casa, con cierta desesperación, unos con salidas a corto, o a mediano…, y otros a largo plazo, muchos de ellos resignados a trabajar en casa, muchos más, con el miedo al contagio.
El 2020 ha sido un año trampa. Uno más desafiante de lo esperado. Los flancos eran la guerra comercial entre China y Estados Unidos, el desafío del cambio climático, la crisis poblacional con los refugiados en distintos puntos del mapa del globo…, pero nadie anticipó el arribo amenazante del COVID-19 y su rápida propagación, lo que empujó a todos al distanciamiento social y a cambiar varios paradigmas en cuestión de días y semanas para proteger nuestras vidas.
De a poquito vamos a salir de la contingencia, y siempre con mucho cuidado, nos advierten las autoridades de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y las de salud de cada país y avisan de una nueva normalidad. Sí, porque la normalidad ya no será la misma. Puede haber rebrotes, mutaciones del COVID-19 u otras pandemias. Por eso se habla de un nuevo concepto que atrae la atención últimamente. Nos referimos al Low Touch Economy o Economía de Bajo Contacto, o de la economía que viene y que será la de la distancia social.

El trabajo, si hay, será más acelerado

Lo cierto es que el impacto del COVID-19 se está manifestando en todos los niveles de nuestras vidas (personal y laboral), de las empresas, industrias y países (cierres, quiebras, despidos, derrumbes fiscales sin precedentes y caídas pronunciadas de la actividad económica) con cambios de hábitos en el consumo, nuevas formas de trabajo, cadenas de producción, logística… y hasta en las relaciones humanas y familiares.
Se supone que la Cuarta Revolución Industrial (Industria 4.0) ya estaba más que preparada para introducir cambios masivos en el comercio y la sociedad, pero hoy esa transformación se volverá crucial o indispensable para adaptarse a la nueva Economía de Bajo Contacto, conformada por nuevos hábitos y regulaciones, y con una interacción reducida de contacto cercano, restricciones de viaje más estrictas y hábitos de higiene mucho más elevados debido al COVID-19.
El mundo, tal como lo conocimos, quedará atrás, como las hojas del capítulo de un libro que ya no se volverá a editar. Nuestra circunstancia, al momento de volver a poner un pie en la calle, habrá variado sustancialmente: de entrada, evitaremos el contacto cercano con otras personas (nada de besos y abrazos), habrá mayores restricciones en parques de diversiones, cines, restaurantes, salones de belleza, peluquerías, consultorio de dentista, gimnasios, aeropuertos, parques, tiendas, oficinas y demás sitios donde solíamos mezclarnos con la multitud, incluido el espacio público; la forma en la que consumimos y los bienes y servicios que vamos a demandar, serán diferentes.
Y hasta que no haya una vacuna disponible para la actual pandemia de COVID-19 (lo cual posiblemente no ocurrirá en menos de un año) o se establezca la denominada “inmunidad de rebaño”, seguiremos experimentando una transformación sin precedentes en la forma en que trabajamos y vivimos, dando como resultado nuevos hábitos que prevalecerán mucho tiempo después.

Hasta en la comida

Se habla ya de la Low Touch Economy of Food, o sea, la economía de bajo contacto pero aplicada específicamente a la cadena de valor de la alimentación. Aquí se incluye todo lo que va del campo al plato. Se habla, en el tema de restaurantes, por ejemplo, de divisiones de plástico, de nuevas mascarillas, de cambios radicales de comportamiento y de regulaciones. Algo que recuerda en sus inicios a la prohibición de fumar en locales cerrados.
Por doquier aparecen soluciones para que actividades como alimentarnos, comprar, acudir a un restaurante… sigan siendo seguras y gustosas. ¿Qué adaptaciones estratégicas tendrán que tomar los negocios de esta industria para que producir, distribuir y vender alimentos u operar un restaurante siga siendo sostenible y rentable?
Como en todo, en algunos casos requerirá pequeños cambios, en otros, incorporar nuevas líneas de negocio, en otros, modificar completamente el modelo.
Más allá de la comida, los cambios que se asoman, resaltan:

  1. además del trabajo típico realizado en la oficina, se optimizará el realizado en el hogar (mezcla ineludible de trabajo y vida privada);
  2. se enfrentará niveles sin precedentes de desempleo global (reciclaje y capacitación remota aumentarán);
  3. se profundizará la tensión y los conflictos en todas las esferas (muchas personas y organizaciones ya están operando en condición de supervivencia);
  4. habrá restricciones en los viajes largos, inclusos dentro de un país (reaparecerá el turismo local);
  5. se desatará una mayor ansiedad, soledad y depresión (por pérdida de empleo, enfermedades y secuelas);
  6. además, se multiplicará la desconfianza en la higiene de las personas y productos (se trabajará obsesivamente en rediseños de empaques sin contacto de entregas y devoluciones);
  7. y también crecerá el valor de la inmunidad certificada de los consumidores, lo que obligará a cambios en los modelos de negocios basados en encargarse de muchas personas en espacios reducidos (cruceros, festivales, eventos, teatros, entre otros).

Para aminorar los riesgos para la salud derivados del COVID-19, las empresas buscarán adaptarse a políticas estrictas, incluidas las interacciones de bajo contacto, reuniones limitadas, restricciones de viaje, y más.

El futuro no va a ser como antes

La Economía de Bajo Contacto o también, “Economía de Baja Interacción”, es un concepto que llegó para quedarse, y caracterizará a la economía como algo conformado por nuevos hábitos y disposiciones y que procura evitar el contacto directo entre consumidor y comprador, incluir mayores medidas de higiene y demandar cambios permanentes en las industrias.
Las organizaciones descubrirán los beneficios de una nueva forma de vida que reta los quehaceres y negocios tradicionales y nuestras entrañables normas de estilo de vida. En otras palabras, nos encaminamos de lleno a integrarnos a lo que los expertos proclaman como low touch economy, donde hay que aprender a coexistir con el COVID-19, hasta que haya cura o vacuna probada y de acceso masivo.
De hecho, en el contexto social y familiar, veremos que servicios como las consultas médicas, el cuidado de menores y la educación se desplazarán casi por completo a esquemas a distancia; las plataformas de reparto a domicilio son palpablemente más activas y las formas de entretenimiento como conciertos y obras de teatro, hacen enormes esfuerzos para adaptarse y ofrecer sus contenidos, sin dejarse vencer por el streaming (de Netflix, HBO o Amazon Prime).
Esta nueva tendencia, ya ha alcanzado varios aspectos de nuestras vidas: en el contexto profesional vemos que las fábricas están rediseñando sus protocolos con base en nuevas medidas de higiene y distanciamiento; todos hemos tenido al menos una reunión de trabajo en plataformas virtuales; en países tecnológicamente más avanzados, los robots están reemplazando actividades de alto contacto como patrullar parques, recibir enfermos en hospitales y brindar informes en edificios. ¿Listos para sumergirse en la nueva normalidad?
 

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