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Cubrebocas: Un mundo emocionalmente enmascarado 

Con cubrebocas, nuestra personalidad y la de quienes nos rodean, va a experimentar cambios profundos en la conducta. No sólo nos volveremos más distantes, por precaución, sino más desconfiados, por la higiene y por las intenciones de los enmascarados alrededor de nosotros. 
A lo mejor ya no tenemos que escondernos con falsas sonrisas ni expresiones que molestan a los demás. Lo que sí, para nuestros lectores de este sector, el plástico se habrá reposicionado en la “nueva economía del distanciamiento” por advertirse como la mejor opción para ponerle un alto a los contagios antes de que aparezca una vacuna que nos vuelva más desenfadados.
Hoy por hoy, el plástico representa la mejor opción para disponer de cientos de toneladas (en mayo sumaban 300 T) de residuos biológicos infecciosos que se han generado hasta el momento como los cubrebocas, los guantes y las batas, de acuerdo con datos de la Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales), debido a su utilidad sanitaria.
Dependeremos más y más del plástico, y no sólo ahora, en medio del semáforo más rojo de la pandemia en México, sino para cuando esto acabe y desemboque en una nueva realidad que, como todo lo nuevo, nos va a volver diferentes.

Origen del tapabocas

Las mascarillas aparecieron por primera vez a fines del siglo XIX. Los médicos, durante las cirugías y para evitar las bacterias en el aire, las usaban como medida de protección.
En esos años, los trabajos de William Halsted atrajeron la atención. Él fue el inventor de los guantes de goma y quien comenzó a operar con guantes y bata estériles en 1897. Luego, en 1910, los tapabocas fueron adoptados por las autoridades chinas para evitar la propagación de la peste neumónica, y se convirtieron en símbolos muy emblemáticos para los médicos.
Ocho años después, cuando fueron ampliamente adoptados como protección contra la gripe española, se convirtieron en un fenómeno global. Se aceptó al tapabocas como parte de la vida.
Muchos más tarde, ya más cerca de nosotros, en la década de los 90, Peter Tsai inventó la mascarilla N95, y durante la pandemia del coronavirus, regresó de su retiro para investigar cómo mejorar su invento y cómo desinfectar sin dañar el material.
La mascarilla N95 o cubrebocas N95 filtra las partículas y cumple con el estándar N95 del Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional de los Estados Unidos (NIOSH, por sus siglas en inglés). N significa que no filtra aceites, y 95, que filtra hasta el 95% de las partículas aéreas.
Si la miramos con lupa, se trata de una malla fina de fibras de polímeros sintéticos, o tela de Polipropileno (PP) no tejida, que se produce a través de un proceso altamente especializado llamado soplado en fusión que forma la capa de filtración interna que filtra las partículas peligrosas.

La moda se impone

Modelos famosas, aprovechando las redes sociales, muestran cómo se puede lucir esta prenda de protección; Naomi Campbell, Kendal Jenner y hasta Gwyneth Paltrow… se dejan ver “tapadas”, y los diseñadores, como Louis Vuitton, Fendi y Off White aprovechan la gran demanda de mascarillas que hay a escala mundial y se apresuran en crear un tapabocas que permita comer.
Hace poco se creó un «barbijo para restaurantes«. Un tapabocas que, a través de control remoto se abre para comer o beber, sin tener que quitarlo con las manos. De ese modo se podrá disminuir el riesgo de contagio.
La prenda fue patentada por la empresa Avtipus y Asaf Gitelis, uno de los desarrolladores, que exhibió el producto en Tel Aviv. “La mascarilla se abrirá mecánicamente, de forma remota o automática cuando el tenedor llegue a ésta. Luego se podrá comer, disfrutar, beber y, al sacar el tenedor, se cerrará y estará protegido contra el virus”, comentó Gitelis.
Otro invento que atrajo a los medios fue el cubrebocas que hace que el virus pierda su efectividad para infectar en menos de un minuto, tras entrar en contacto con un “tejido electrocéutico”, un término que tiene que ver con la posibilidad de tratar la afección con electricidad.
Uno más interesante es un cubrebocas hecho de plástico, con un sistema de luz ultravioleta, que elimina las bacterias y gérmenes en el interior de la mascarilla, mediante una fuente de energía conectada por un puerto USB. La empresa Amazfit, filial tecnológica de Huami (fabricante de Xiaomi), anunció el nuevo modelo llamado “Proyecto Aeri”.
Finalmente, se anunció el desarrollo de un cubrebocas que daría señales fluorescentes al detectar si el portador tiene indicios del coronavirus. Jim Collins, bioingeniero del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), junto con su equipo de científicos del MIT y Harvard, buscaron una herramienta para detectar el virus del ébola.
Inclusive, ya habían logrado detectar los virus causantes del: SARS, sarampión, influenza y hepatitis C, y ahora trabajan para que el modelo de sus sensores identifique indicios del nuevo coronavirus en las personas a través del diseño de un cubrebocas en el momento en que la persona respire, tosa o estornude.

La era de la desconfianza

De hecho, con todo y máscara, nos vamos a volver más desconfiados. En una nota de CNN se asevera que “las poblaciones occidentales han obedecido en gran medida las instrucciones de permanecer en casa. Inclusive, los esfuerzos de cierre en muchos países han sido tan efectivos que los gobiernos ahora están reflexionando sobre cómo levantar gradualmente las restricciones sin alarmar a los ciudadanos”.
Y qué decir de las sociedades orientales, que están saliendo de su encierro doméstico con ejemplar disciplina. Sin embargo, el rostro cubierto, por si las moscas, es algo que llegó para quedarse. Portar las mascarillas ayudarán a la gente a cobrar confianza de que podrán volver a trabajar. Quizás no como antes, pero los tapabocas serán de lo más útil.
Sin embargo, la perspectiva de una nueva sociedad en la que las personas ocultan sus rostros a los demás tendrá amplias implicaciones para el crimen y la seguridad, así como para la interacción social.
“El principal problema de las máscaras es el gran volumen de personas que, de repente, se cubren la cara”, dijo Francis Dodsworth, profesor titular de criminología en la Universidad de Kingston, cerca de Londres: “Podría crear oportunidades para las personas que desean cubrirse la cara por razones nefastas. Ahora podrían hacerlo sin levantar sospechas”.
El reconocimiento facial será una habilidad muy apreciada, dadas las circunstancias, ya que la mascarilla podría complicar la investigación de delitos. ¿Cómo identificar a un criminal? ¿Usaba barba o no? En las imágenes de CCTV el reconocimiento facial ayudaba a aclarar controversias, y se consideraba evidencia; y ahora, ¿cómo será en el futuro?
Eilidh Noyes, profesora de psicología cognitiva en la Universidad de Huddersfield, en el norte de Inglaterra, no sabe aún cómo afectarán las máscaras faciales en la identificación de rostros humanos: “Cuando ves una cara haces dos cosas a la vez. Intentas descubrir la identidad: ¿la conozco? ¿De dónde la conozco? Y tratas de leer sus emociones”, puntualizó Noyes.
Y es que “…el reconocimiento de las emociones es importante desde una perspectiva evolutiva, ya que nos ayuda a evaluar las amenazas y también puede facilitar las interacciones sociales positivas. Eso es cierto tanto para las personas que conocemos bien como para las que nunca hemos visto”.
Sin duda los cubrebocas van a afectar la forma en que los humanos interactuamos. La nota de CNN concluye con una pregunta ominosa: “¿Cómo enfrentarán los países a poblaciones que están más nerviosas en compañía de los demás y más recelosos de sus conciudadanos?”
 

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