Plastiarte. Calder: Derechos de la Danza.
El escultor de los mínimos y los máximos.
La muestra retrospectiva del genial escultor que se presenta en el Museo Jumex incluye casi un centenar de obras e incluye algunas que datan de 1927 a 1975, casi 50 años de trabajo creativo en campos como la escultura, la pintura, el dibujo y la joyería.
Calder desarrolló sus esculturas de alambre como si fueran trazos de dibujos, pero en una dimensión intermedia entre la 2ª y la 3ª, que es donde puede apreciarse por entero, como en Aztec Josephine Baker, de 1930, una representación de la gran cantante que vivió en París.
El escultor cobró fama con sus inquietantes móviles (obras abstractas dotadas de movimiento, que reflejan, gracias a su dinamismo, los efectos cambiantes de la luz) y stábiles (esculturas no móviles, grandes y de color oscuro, que a menudo reproducen monstruos o animales extraños), que fueron en un inicio ejercicios para deslumbrar a sus hijos, como un juego, pero que luego se volvieron en toda una forma de expresión, en una danza de los objetos que incluyen al equilibrio, a la gravedad, a la luz, al color y al movimiento para ser apreciadas.
Sus piezas son tan encantadoras que flotan suspendidas en el aire y modifican su estructura al mecerse con el viento o al moverse mediante motores. Cuando a Calder se le ocurrió incluir al movimiento en la escultura inventó el “arte cinético”. Guiado por la emoción, el artista originó formas nuevas de expresión, producto de su portentosa fantasía y creatividad.
La selección de trabajos que se pueden disfrutar en la muestra incluye al Sol Rojo, la enorme escultura al aire libre elaborada por Calder y que ocupa la explanada del Estadio Azteca. En la organización de la exposición del Museo Jumex, ubicado en Miguel de Cervantes Saavedra 303, col. Ampliación Granada, sobresalieron la Fundación Calder, con la curaduría de Alexander S. C. Rower, nieto del artista, y de la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao.
En el panorama del arte contemporáneo la importancia del arte de Alexander Calder no se discute, pues combina la habilidad del ingeniero con la sensibilidad del artista y las ocurrencias de un niño.
Enrique Chao