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William Rees y Mathis Wackernagel, creadores del concepto huella ambiental

La metodología de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) contribuye a evaluar los impactos ambientales en toda su cadena de valor, desde la extracción de materia prima hasta la disposición final del producto. Asimismo, la Huella Ambiental es una evaluación numérica de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) producidos por un individuo, organización, evento o producto.

La transformación del plástico es el resultado de un proceso intensivo y requiere de un análisis minucioso tanto del consumo energético y de la reducción de pérdidas para contribuir a disminuir el impacto ambiental. Los primeros estudios enfocados sobre algunas etapas del ciclo de vida de ciertos productos se remontan hacia fines de la década de los años 60 y principios de los 70, y dieron énfasis en el análisis de la eficiencia, en el consumo de la energía y sus fuentes, el consumo de materias primas y, en menor medida, en la disposición final de los residuos generados.

En el ámbito de los plásticos, el ACV permite dilucidar la huella ambiental de los productos, es decir, ayuda a estimar el nivel de impacto ambiental que tiene cada uno de los productos a lo largo de su ciclo de vida en aspectos ambientales tales como el agua, el aire, el suelo y los recursos naturales. En 1969, Coca Cola financió un estudio destinado a relacionar y comparar el consumo de recursos para fabricar los envases para sus bebidas con las emisiones asociadas a los procesos productivos correspondientes. En esos años, también en Europa se estaba estudiando una especie de inventario que más tarde se conoció como «Ecobalance».


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En 1972, en el Reino Unido, Lan Boustead se dedicó a calcular la energía total que se requería para la fabricación de diversos tipos de envases (de vidrio, plástico, acero y aluminio) para bebidas. En un comienzo estimaron que el consumo de energía era prioritario respecto de la generación de residuos, las descargas y emisiones hacia el medio ambiente, debido quizás a que por entonces (a mediados de los años 70) no había tantas demandas de la opinión pública para que las empresas tuvieran en cuenta la prevención del deterioro ambiental, y porque el precio de los energéticos había subido tanto como para justificar esa prioridad.

Por esa época se dio la crisis del petróleo, que impactó a los países no productores, con severas restricciones en la provisión de energía eléctrica. Una vez superada esa crisis el problema energético pasó a segundo plano. Luego de 30 años, el ACV avanzó un poco más, y una de sus principales virtudes, al igual que ocurre con otros indicadores como la Huella Ecológica, es que permite integrar en un solo valor la complejidad de los sistemas de producción y consumo de productos, haciendo visibles impactos que otros indicadores no reflejan.

William Rees y Mathis Wackernagel, creadores de la huella ambiental

En su cálculo se ha conseguido reflejar el factor de duración y los ciclos de reutilización y reciclaje. Dado su enfoque integral permite discernir entre disciplinas como diseño, fabricación, construcción y mantenimiento. Finalmente, en relación con el sistema de consumo actual, permite valorar los productos desde el punto de vista de su impacto sobre el entorno contrastando con el enfoque meramente económico del mercado. Este análisis, junto con la Huella de Carbono, posibilitan estandarizar la información para realizar análisis, comparaciones y determinar el impacto ambiental de cualquier objeto de estudio en una misma unidad.

Por cierto, cabe recordar que la Huella de Carbono se mide llevando a cabo un inventario de emisiones de GEI o un análisis de ciclo de vida, según la tipología de huella, siguiendo normativas internacionales reconocidas, tales como ISO 2007 o ISO 14069, ISO 14067, PAS 2050 o GHG Protocol, entre otras. La huella de carbono se mide en masa de CO₂ equivalente. Una vez conocido el tamaño y la huella, es posible implementar una estrategia de reducción o compensación.

La huella de los creadores de la huella

William Rees es el creador de ese concepto y co-desarrollador del método de la mano de Mathis Wackernagel.

William Rees y Mathis Wackernagel, creadores de la huella ambiental
William Rees, profesor emérito y exdirector de la Universidad de Columbia Británica de la Escuela de Comunidad y Planeamiento Regional

Rees enseñó en la Universidad de Columbia Británica de 1969-1970 hasta su jubilación en 2011-12, pero siguió investigando sobre políticas públicas enfocadas sobre todo en las condiciones ecológicas para el desarrollo socioeconómico sostenible. En 1996 publicó un libro clave sobre el análisis de la huella ecológica: Our Ecological Footprint: Reducing Human Impact on the Earth,  Nuestra huella ecológica. Reduciendo el impacto humano sobre la tierra (en coautoría con su discípulo Mathis Wackernagel. Está disponible en español (Editorial Lom).

Gran parte del trabajo de Rees se encuentra en el ámbito de la economía ecológica y la ecología humana, incluidas las barreras culturales y de comportamiento para la sostenibilidad. La huella ecológica es una herramienta cuantitativa que estima el impacto ecológico de la humanidad en la “ecosfera” -en términos de área apropiada del ecosistema (tierra y agua)-. La investigación revela la incompatibilidad fundamental entre el crecimiento económico material continuo y la seguridad ecológica, lo que destapa el debate sobre la capacidad de carga humana, como una consideración en el desarrollo sustentable. Rees ha recibido el Premio Herman Daly de Economía Ecológica (USSEE) 2015. En 2012 fue galardonado con el Premio Planeta Azul 2012 (junto con Mathis Wackernagel).

William Rees y Mathis Wackernagel, creadores de la huella ambiental
Mathis Wackernagel, defensor de la sostenibilidad nacido en Suiza

Por su lado, Mathis Wackernagel, también defensor a ultranza de la sostenibilidad, nació en Suiza y es presidente de Global Footprint Network, un grupo de expertos en sostenibilidad internacional con oficinas en Oakland, California; Bruselas, Bélgica y Ginebra, Suiza. La suya es una organización sin fines de lucro empeñada en desarrollar y promover métricas para la sustentabilidad.

Después de obtener un título en ingeniería mecánica del Instituto Federal Suizo de Tecnología, completó su Ph.D. en planificación comunitaria y regional en la Universidad de British Columbia en Vancouver, Canadá en 1994. En su tesis doctoral -con el profesor Rees- recreó el concepto de huella ecológica y desarrolló la metodología; desde entonces ha trabajado en temas de sostenibilidad para organizaciones en Europa, América Latina, América del Norte, Asia y Australia.

En 2013, Wackernagel recibió el Premio Internacional Zayed de Medio Ambiente 2011 en la categoría «acción que conduzca a un cambio positivo en la sociedad». Dicho premio reconoció su contribución para “traducir la complejidad del impacto de la humanidad en el medio ambiente y los recursos naturales en una forma más comprensible y procesable”. Wackernagel fue distinguido como la 19a de las 100 personas más inspiradoras cuyas contribuciones enriquecen los caminos hacia un futuro sustentable.

 

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